La Real Academia Española define mentira como “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.” y mitómano o mitómana como la persona que tiene una conducta mitómana o que no es capaz de controlar la transformación de la realidad al narrar algo.
Y aquí reside el problema. Cuando una persona se considera mitómana o mitómano es porque recurre a ella de forma compulsiva, más allá de las mentiras esporádicas, para explicar algo, para evitar un castigo e incluso, sin tener motivo aparente para hacerlo.
El resultado de esto, es que esta compulsividad incontrolable puede llevar a experimentar situaciones incómodas y ridículas u otras que son insostenibles y que a pesar de que se acaban descubriendo, sigue manteniendo. La comodidad de un mitómano o mentiroso compulsivo reside en mentir y puede tener consecuencias fatales en ámbitos sociales, familiares (tener problemas de pareja por sus mentiras, por ejemplo) e incluso, profesionales.
¿Qué causa la mitomanía?
Para entender qué pasa por el cerebro de un mitómano y qué causa esta mitomanía, tenemos que comprender la presencia de la mentira dentro del desarrollo humano.
Cuando somos pequeños, sobre todo hasta los 3 años de edad, el ser humano no es capaz de distinguir entre la realidad y la fantasía, hecho que produce que muchos niños dejen volar su imaginación e inventen cosas que se alejan de la realidad. Esto es interpretado por los adultos como pequeñas mentiras que intentamos “corregir” mediante castigos cuando realmente esto forma parte de su evolución.
Entender esta evolución y no castigar estas “mentirijillas” sería un buen punto de partida. Explicarles, por ejemplo, las diferencias entre realidad y fantasía sería una buena forma de evitar que esas mentiras evolutivas den paso a un ser humano mitómano en la edad adulta.
Cuando la mitomanía ya es un hecho, el mitómano siente como una especie de placer ante el riesgo de ser descubierto y ante el poder que le proporciona el tener, en teoría, el poder de hacer creer que la verdad es la suya y no la real.
Además, recientes investigaciones han comprobado que no solo tiene consecuencias placenteras. El cerebro de los mentirosos compulsivos es diferente y, según estudios de la Universidad de California del Sur, contiene hasta un 26% más de sustancia blanca en la corteza prefrontal. Esta sustancia blanca juega un papel importante en la información por lo que los investigadores consideran que una mayor cantidad de la misma responde a una mayor capacidad cognitiva para procesar mentiras y llegar a la manipulación.

Mitómano o solo mentiroso: ¿Cómo detectar la mitomanía?
Existen varias señales por las que se puede detectar a un mitómano:
- Niveles de estrés o ansiedad muy altos cuando mienten.
- Incapacidad de decir la verdad aunque ellos mismos y su alrededor detectan la mentira.
- Baja autoestima, inseguridad y falta de habilidades sociales.
- Sensación de placer cuando no descubren sus mentiras y cuando son capaces de mantenerlas en el tiempo.
- Incremento de la gravedad de las mentiras con el tiempo.
Tratamiento adecuado para un mitómano
Detrás del mentiroso compulsivo o mitómano se esconden otros trastornos como una baja autoestima, timidez o falta de habilidades sociales. El tratamiento de la mitomanía por tanto, pasa por un duro trabajo de fortalecimiento de la autoestima, mejorando la seguridad en sí mismo y proporcionándole métodos para procesar ese sentimiento de no saber cómo moverse en sociedad. El objetivo final para mejorar la vida de un mitómano será que éste acepte la realidad, llegando a la satisfacción total o al menos parcial, con todo lo que le rodea y consigo mismo.